domingo, 8 de febrero de 2009

Los Actos del Poeta (Primera Parte)


Dedicado: a todas las mujeres de mi vida.


“...y nosotros olvidamos el pasado,
pero el pasado no nos ha olvidado a nosotros”.
Paul Thomas Anderson.


“Una plegaria para los salvajes de corazón,
que están enjaulados”.
Tennessee Williams



Por: Guillermo Moreno



La luz esta apagada. Y el único sonido existente en ese espacio es el silencio. Hace frió, mucho frío. El dolor es insoportable. Un rayo de luz entra por la ventana y la noche, danzante como siempre, vuela por las calles, mientras el pavimento húmedo refleja las luces que caen agonizantes, dejando su ultimo halo de vida en el cemento.

Karla esta en su cuarto. Lleva horas escribiendo en su computadora, tratando de darle coherencia a su ensayo sobre García Lorca. Si el no estuviera perdido como siempre, le ayudaría. Pero el se aparece cuando quiere. Deja de teclear, y posa sus ojos negros, redondos, calmados sobre la pantalla. Lee una y otra vez. Ella quería eso, no más. Sencillez, redondez, humanidad. Se quita los lentes y los pone sobre la cama que esta junto a ella. Se descalza y reposa los pies sobre sus huaraches.
“El amor no es dolor, porque el amor es quitar el dolor”. Lo dice en voz alta, con demasiada seriedad. Como si el maestro estuviera presente; recoge su cabellera y la acomoda con una pinza. Su belleza particular es lo que tanto atrae a los demás. Su hermano la protege. Sigue haciéndolo, aún después de todo. Platican muy seguido y se pelean constantemente. Él ya no vive aquí. Lo extraña. Fue el único que la apoyo cuando sus padres le dieron la espalda.


Solo le dijo que tuviera mucho cuidado. Pero que si ese hijo de puta le hacia algo que (a el) no le gustara, sufriría las consecuencias. Y el nunca estuvo de acuerdo. Nunca. Pero jamás se lo menciono. El la escuchaba llorar en las noches, esas noches dolorosas como hoy, tan distantes, pero tan cercanas. Tan palpables como el latido de un corazón lastimado. Tan cierto como el amor. Y escuchaba como susurraba su nombre en voz alta, muy alta.

Rene esta sentado en la sala. O mejor dicho, en el piso, sobre esa alfombra, que varias veces le sirve de cobija, no solo a el. Sino a todas las animas que lo acompañan. A todas esas culpas que lo persiguen. A todo lo que no hizo. Su mirada se dirige hacia la ventana. Extraña a su hermana. Cuando la recuerda, le duele todo su cuerpo. El espacio que lo rodea, la sangre que lo cubre, el aire que entra en el, las lagrimas que fluyen de el. Todo duele. Y más el corazón.
Y el se pierde por la oscuridad. Solo el ve la noche, las luces de las calles, los ruidos tenebrosos, las estrellas. Ya son más de las diez. Ya es hora. Ya es hora de que los hijos regresen a casa después de un día de escuela. Ya es hora de que los maridos regresen a besar a sus mujeres, que en el día están solas en espera de algo mejor. Ya es hora de que la madre se acomode en su lugar y estática, llena de toda vida(creadora) solo piense en sus pendientes del día siguiente.


Si, ya es hora de pedir perdón. Dejar de arrastrar los pecados, mientras las heridas se abren de nuevo cuando cortamos las punzantes cadenas, que nos aprietan las muñecas llenas de sangre. Y el sufrimiento, el interminable sufrimiento, sigue presente. Como el sufrimiento de ya no estar más con ella. Ahora tiene más tiempo de leer, ir al centro, ver películas. Ser libre, disponer de una nueva condición. Extraña a su madre. También a su padre. Su madre, siempre con la sonrisa picara en los labios y una condición que recuerda que no todo es tristeza en la vida. Pero que después de todo(lo que paso) hay que tener fe en Dios, en la vida, en el infinito amor. Y si, lo extraña. Sigue llorando en las noches cuando lo recuerda.


Y el padre, el sabio, el inamovible, el estoico, el sereno. No puede evitarlo. Y lo recuerda. Y la ultima expresión que vio en su hijo fue la de un niño. Como ese día que fueron al zoológico en donde Rene perdió su pequeño carro de plástico y lloro todo el día. El padre al ver su rostro de absoluta tristeza, lo abraza y lo besa. Lo acomoda en su regazo, mientras sus lagrimas caen al suelo seco y forman parte de todo lo que les rodea. Plantas, flores, animales, mierda. Y esas lagrimas se evaporan formando parte del cielo que los observa. Y cuando ya no puedan más, esas lagrimas, caerán en forma de lluvia que los mojara como cuando fueron lagrimas y mojaban el regazo del padre.
Es noche, noche dolorosa. Noche perpetúa. Tiene ganas de llorar. Pero el ya no puede más. Ya tomo su ultima decisión, se ira. No más visitas a Karla, los padres y amigos. Por fin se ira. No se humanizara de nuevo. No. No sufrirá más. Todo tiene un precio.............

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